Como dueños de perros, deseamos que nuestros compañeros peludos vivan vidas largas, felices y saludables. Sin embargo, al igual que los humanos, los perros pueden enfrentar diversas enfermedades, y una de las más serias es la leucemia. Escuchar un diagnóstico de este tipo puede ser aterrador, pero entender qué es, cómo se manifiesta y qué opciones existen es el primer paso para afrontarlo.
En términos sencillos, la leucemia es un tipo de cáncer que afecta la médula ósea y las células sanguíneas. La médula ósea es la "fábrica" donde se producen las células sanguíneas: glóbulos rojos (que transportan oxígeno), glóbulos blancos (que combaten infecciones) y plaquetas (que ayudan a la coagulación).
En la leucemia, esta producción se descontrola. Se generan glóbulos blancos anormales (leucocitos) en cantidades excesivas. Estas células defectuosas no funcionan correctamente y, además, pueden desplazar a las células sanguíneas sanas, comprometiendo funciones vitales del organismo.
Afecta a los linfocitos, un tipo de glóbulo blanco. La forma aguda es de progresión rápida y más agresiva, mientras que la crónica avanza lentamente.
Afecta a otros tipos de glóbulos blancos (como neutrófilos, eosinófilos, basófilos o monocitos) o a sus precursores. También puede ser aguda o crónica.
La leucemia puede ser insidiosa, especialmente en sus etapas iniciales. Los síntomas suelen ser inespecíficos y pueden confundirse con otras afecciones. Por eso, la observación atenta de tu perro es clave. Algunos signos para tener en cuenta incluyen:
Letargo y debilidad: Tu perro puede parecer más cansado de lo normal, con menos energía para jugar o pasear.
Pérdida de apetito y peso: Un desinterés por la comida o una pérdida de peso inexplicable.
Palidez de mucosas: Las encías y el interior de los párpados pueden verse más pálidos de lo habitual debido a la anemia.
Hemorragias o moretones: Pequeñas hemorragias nasales, sangrado de encías o la aparición de moretones sin causa aparente (debido a la baja de plaquetas).
Fiebre recurrente: Infecciones frecuentes o fiebre que no cede.
Ganglios linfáticos inflamados: Especialmente en la leucemia linfoide, los ganglios del cuello, axilas o ingles pueden sentirse agrandados.
Vómitos o diarrea: Síntomas gastrointestinales inespecíficos.
Aumento del tamaño del bazo o hígado: Detectable por el veterinario durante un examen físico.

Si sospechas algo, lo primero es llevar a tu perro al veterinario. El diagnóstico de leucemia generalmente implica:
Examen físico completo: Para evaluar el estado general del perro y buscar signos.
Análisis de sangre (Hemograma completo): Es la herramienta principal. Revelará un número anormalmente alto o bajo de glóbulos blancos, la presencia de células inmaduras o anormales, anemia y/o trombocitopenia (bajas plaquetas).
Frotis de sangre: Permite al veterinario o patólogo examinar las células sanguíneas bajo el microscopio para identificar las células leucémicas.
Aspirado y/o biopsia de médula ósea: Es la prueba definitiva. Permite confirmar el diagnóstico, determinar el tipo específico de leucemia y evaluar la extensión de la enfermedad.
Otras pruebas: Ecografías, radiografías o pruebas de imagen pueden ser necesarias para evaluar la afectación de otros órganos.
El tratamiento de la leucemia en perros depende del tipo (aguda o crónica) y la etapa de la enfermedad. No siempre es curable, pero el objetivo principal es mejorar la calidad de vida del perro y, si es posible, prolongarla.
Quimioterapia: Es el tratamiento más común, especialmente para las formas agudas. Puede ayudar a reducir el número de células cancerosas y controlar los síntomas.
Medicamentos orales: En las formas crónicas, a menudo se utilizan medicamentos que se administran en casa para controlar la progresión de la enfermedad.
Transfusiones de sangre: Pueden ser necesarias para tratar la anemia severa o los problemas de coagulación.
Cuidado de soporte: Incluye el manejo del dolor, antibióticos para infecciones secundarias, y soporte nutricional.
Un diagnóstico de leucemia es un desafío emocional. Es fundamental trabajar de la mano con tu veterinario para desarrollar un plan de tratamiento que se ajuste a las necesidades de tu perro y a tus posibilidades. La calidad de vida es primordial. Habrá días buenos y días malos, y tu amor y apoyo serán el mejor tratamiento complementario.
Recuerda, la investigación veterinaria avanza constantemente. Mantente informado, haz todas las preguntas que necesites a tu veterinario y, sobre todo, sigue brindando a tu fiel amigo todo el amor y el cuidado que se merece.